Batman Begins, la primera parte de la llamada trilogía Nolan estrenada en el 2005, cumple quince años. A la distancia recobra su importancia como una nueva forma de comprender el mundo de los superhéroes, y quizás es la que lo hace con mayor profundidad y sentido filosófico.
Para cuando Christopher Nolan comenzó a grabar la primera película sobre el hombre murciélago, Batman Begins, la franquicia estaba en punto muerto. Batman y Robin (1997), de Joel Schumacher, había llevado al universo creado por Bob Kane y Bill Finger a su peor momento: el film, con un estrafalario guion, una producción caótica y una estética deslumbrante, había llegado al cine en medio de críticas y se convirtió en un desastre financiero que condenó a la historia de Batman a un hiatus. Que bien pudo costarle su lugar entre los héroes favoritos de la pantalla grande.
Con Schumacher convertido en un paria de la meca del cine y la estrella George Clooney como chivo expiatorio de la debacle, Batman desapareció del panorama del cine por casi un lustro.
De modo que el reinicio de la historia se tomó como la prueba de fuego tanto para Christopher Nolan (que ya era conocido por sus obras intelectuales y de fuerte contenido filosófico), como para la franquicia. La cual seguía siendo una inversión de riesgo para el estudio, para el equipo de producción y el elenco, que aceptaron el dudoso reto de brindar sustancia y un nuevo rostro a una saga que había acabado por relacionarse con un complicado fracaso conceptual.
Un nuevo Batman para toda una generación
Nolan aceptó ambas cosas y además se planteó la posibilidad de retomar los principales temas de la historia de Batman, y de profundizar sobre ellos desde una nueva perspectiva.
“Quería intentar hacerlo de una manera más realista de lo que nadie había intentado con una película de superhéroes antes”, dijo Nolan a The Guardian antes del estreno en cines de Batman Begins. “Hablé mucho sobre películas que me gustaron, particularmente el Superman de Richard Donner, que es lo más parecido a lo que propuse. Obviamente, es un film que ahora parece anticuado, pero también es una historia épica con una cierta textura realista. Quería hacer la épica de Batman que esperabas haber hecho en 1979”.
Para Nolan era un análisis sobre la esencia del hombre murciélago, pero en especial de la identidad detrás de la máscara. La dualidad entre Bruce Wayne y su alter ego justiciero eran un tema en que el director británico quería explorar a fondo. En específico, la capacidad de un multimillonario vanidoso, y en apariencia superficial, para desdoblarse en una criatura a mitad de camino entre lo monstruoso y lo heroico. Todo bajo un contexto realista, profundamente humano y por momentos existencialista.