El descubrimiento de colonias de bacterias vivas en el exterior de la Estación Espacial Internacional indica que aglomeraciones de microbios podrían sobrevivir a las condiciones del espacio exterior y colonizar otros mundos
La vida no es compatible con las condiciones del espacio exterior. Temperaturas cercanas al cero absoluto, vacío y nada que pare la radiación. Cualquiera de estos factores por sí solo basta para desgarrar una membranas celulares, destruir el ADN y matar cualquier forma de vida, micro o macroscópica.
Por eso fue tan sorprendente encontrarse con bacterias del género Deinococcus apelotonadas formando colonias que habían sobrevivido en el exterior de la Estación Espacial Internacional (ISS) durante tres años, según se ha publicado en Frontiers of Microbiology.
Al unirse, las bacterias pueden soportar las condiciones extremas del espacio protegidas por las capas exteriores del grupo. Los microbios acurrucados en el corazón de estas pelotas de bacterias sobreviven gracias a sus compañeras muertas en las capas exteriores. Estas «arcas» microbianas podrían ir a la deriva entre planetas, propagando la vida a través del universo, un concepto conocido como panspermia.
Ya hay investigaciones anteriores que han encontrado que los microbios pueden sobrevivir en el espacio cuando se incrustan en meteoritos artificiales, pero este es el primer estudio que demuestra que los microbios pueden sobrevivir tanto tiempo sin protección.
Esto también reaviva el debate sobre las precauciones necesarias para los viajes a otros planetas, en concreto Marte, que podrían contaminarse con bacterias de la tierra trasportadas por las sondas espaciales, o en el futuro los propios astronautas, lo que arruinaría cualquier investigación sobre la posibilidad de vida autóctona en el planeta.
Para este experimento, en 2015 los investigadores del Instituto de Ciencias Espaciales y Astronáuticas de Tokio enviaron al espacio gránulos secos de Deinococcus, una bacteria que se sabe resistente a la radiación, y se colocaron en el exterior de la estación espacial. Las muestras se devolvieron a la tierra, y se alimentó de nuevo a las bacterias, esperando que volvieran a la vida.
Las bacterias de los gránulos de 100 micrómetros de espesor no sobrevivieron, la radiación había frito su ADN. Las capas exteriores de bacterias en los gránulos de 500 y 1.000 micrómetros de espesor también estaban muertas, pero estas bacterias muertas protegían a las del interior. Aproximadamente el 4% de los microbios del interior de estos gránulos sobrevivieron.
Con estos datos, los investigadores japoneses estiman que un gránulo de 1.000 micrómetros (un milímetro) permitiría a las bacterias sobrevivir ocho años flotando en el espacio, «tiempo suficiente para llegar potencialmente a Marte», añaden.