gizmodo 2025 06 06t111538
A primera vista, podría parecer un asunto menor. ¿Por qué debería importarnos que una inteligencia artificial no sepa describir bien una flor? Sin embargo, un nuevo estudio señala que esta limitación no solo revela sus carencias sensoriales, sino que plantea interrogantes clave sobre cómo las máquinas interpretan el mundo y se comunican con nosotros.
La Inteligencia Artificial ha demostrado capacidades extraordinarias: escribe textos complejos, crea ilustraciones asombrosas, realiza operaciones quirúrgicas con precisión milimétrica e incluso gana partidas de ajedrez contra campeones humanos. No obstante, cuando se trata de describir una flor, su rendimiento cae en picado.
Científicos de la Universidad Estatal de Ohio lo han comprobado mediante un estudio en el que enfrentaron a grandes modelos de lenguaje con humanos, pidiéndoles que describieran más de 4.000 palabras, desde objetos físicos hasta conceptos abstractos. El resultado fue revelador: la IA fallaba notablemente con palabras relacionadas con los sentidos o el movimiento.
Esto, según los investigadores, demuestra una importante brecha en la forma en que las máquinas “entienden” el mundo. Mientras que un humano puede describir una flor recordando su olor, su tacto o la sensación de caminar entre un campo lleno de ellas, la IA solo puede basarse en asociaciones textuales o imágenes procesadas.
Para evaluar las respuestas, se aplicaron dos conjuntos de criterios: las normas de Glasgow y las de Lancaster. Las primeras miden elementos como la excitación, la concreción o la facilidad para representar visualmente el concepto. Las segundas se centran en la cantidad de información sensorial incluida.
En palabras como “flor”, “columpio” o “humor”, los humanos ofrecieron descripciones más ricas y evocadoras, mientras que la IA se mostraba eficiente solo con términos desvinculados de experiencias sensoriales.
La autora del estudio, Qihui Xu, destaca que el problema no es de vocabulario, sino de experiencia. La IA puede analizar millones de textos, pero jamás ha olido una flor ni ha rozado sus pétalos. Esa ausencia de vivencia directa la incapacita para transmitir sensaciones con autenticidad.
Más allá de lo anecdótico, esta carencia tiene implicaciones importantes. Si la IA no puede experimentar el mundo como nosotros, tampoco podrá comunicarse de forma totalmente humana. Y en campos como la medicina, la educación o el arte, esa desconexión puede resultar limitante.
Por ello, el estudio sugiere que el futuro del desarrollo de la IA pasa no solo por mejorar su procesamiento lingüístico, sino por dotarla de sensores y capacidades robóticas que le permitan adquirir experiencias físicas. Porque mientras no pueda sentir una flor, aún estaremos un paso por delante. Gizmodo