Psicosis, la obra maestra del cine de suspenso, cumple sesenta años esta semana. No solo se trató de una obra madura de un director que tomó riesgos experimentales para crear una película de ruptura, sino que además fue la demostración que el cine de Hitckcock era mucho más que una curiosidad cinematográfica. Te contamos por qué la película cambió la historia del cine para siempre.
Decir que Psicosis (1960) cambió la historia del cine no es apresurado ni tampoco una exageración. En realidad, es una forma de celebrar ese primer gran experimento cinematográfico como fue crear una película de autor extraordinaria con un presupuesto de película Serie B. Hitchcock logró crear una nueva manera de ver el cine y de reflexionar sobre la espectacularidad del lenguaje cinematográfico en una fórmula impactante que se rumorea robó a William Castle.
Cuando Psicosis se estrenó, su director Alfred Hitchcock insistió en que todos los espectadores debían llegar “a tiempo”. Se colgaron carteles en todas las salas de cine, recomendando a todo el público que no se retrasara “ni un minuto” porque podría entorpecer lo que Hitchcock llamó “el enigma real de la película”.
La relación entre el director y su público
Era la primera vez que un realizador cinematográfico interactuaba de una manera semejante con la escena del cine, con esa otra dimensión más allá de la pantalla. La intriga que suscitó la recomendación de Hitchcock convirtió a Psicosis en un éxito incluso antes de su estreno.
El día en que finalmente se proyecto por primera vez fue evidente que el pequeño truco publicitario fue un golpe de efecto que funcionó muy bien: multitudes de curiosos se agolparon en las salas del cine de todo Estados Unidos para comprobar por sí mismos el misterio de la trama.
La película se convirtió en un instantáneo éxito comercial y, aunque recibió críticas mixtas, fue nominada a cuatro premios de La Academia. Para Hitchcock representó construir un mito donde el principal protagonista parecía ser su propia personalidad. Una nueva visión del arte y la cinematografía, donde el creador visual era no solo parte del proceso de elaboración de la historia que se mostraba en pantalla, sino un rostro reconocible que podía brindar personalidad — y quizás identidad — a la pieza visual.