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La difusión de noticias falsas se ha convertido en un esfuerzo estratégico a largo plazo por parte de diversas empresas mediáticas para influir en la opinión pública y conservar la ventaja que otorga el control de la información en los ámbitos político y económico.
Esta es la contundente conclusión de un nuevo estudio que examina cómo la competencia entre medios alimenta la propagación de la desinformación, más allá del entorno de las redes sociales.
El trabajo, publicado en Science Advances, señala que las fuentes informativas se enfrentan a una intensa competencia por captar y retener la atención del público en la era de la inmediatez. Esta presión puede llevarlas a diseminar contenidos falsos o engañosos bajo una lógica de doble filo: si bien estos materiales tienen el potencial de aumentar rápidamente la interacción de la audiencia, a largo plazo deterioran la credibilidad de los emisores y provocan una pérdida sostenida de público.
Los autores explican que, en la última década, las investigaciones sobre desinformación se han centrado en su producción, difusión, detección y las estrategias para contrarrestarla. Sin embargo, subrayan que se ha explorado poco la influencia que ejerce la competencia entre medios de comunicación en este fenómeno y su impacto sobre el ecosistema informativo.
El estudio plantea que la capacidad de una fuente noticiosa para influir depende de su credibilidad percibida, de la veracidad del contenido que emite y de cómo cada persona responde a la información que recibe.
Para comprender las dinámicas competitivas del entorno mediático actual, investigadores de la Universidad de Texas y de la Universidad Nacional de Seúl emplearon un enfoque matemático basado en el “juego de suma cero”, un modelo en el que la ganancia de un participante equivale exactamente a la pérdida del otro, de modo que el balance total es nulo.
Aplicado al ámbito informativo, este modelo sugiere que se ha desarrollado una especie de “carrera armamentista” entre los medios. Es decir, cuando una fuente recurre a la desinformación o al sensacionalismo, sus competidores se ven obligados a hacer lo mismo para no perder terreno.
Los investigadores analizaron esta dinámica a través del "equilibrio de respuesta cuántica", concepto de la teoría de juegos que considera la racionalidad limitada en la toma de decisiones humanas. A diferencia de los modelos que suponen que los individuos actúan de forma perfectamente racional, este enfoque reconoce que las personas cometen errores y no siempre siguen una lógica estricta.
El círculo vicioso de la desinformación
El análisis concluye que la desinformación no debe entenderse como episodios aislados, sino como un proceso dinámico y prolongado que evoluciona con las interacciones entre medios, audiencias y tecnologías emergentes. En la práctica, esto implica que, si una fuente aumenta su credibilidad, otra puede intensificar la difusión de contenidos falsos para compensar y mantenerse competitiva. Esta lógica puede escalar y dañar el ecosistema informativo en su conjunto, a menos que existan incentivos claros para priorizar la veracidad.
El estudio también encontró que las fuentes con inclinaciones políticas marcadas —en su mayoría medios independientes o de menor tamaño— son las principales difusoras de desinformación. Esto sugiere que la motivación ideológica o partidista puede pesar más que el compromiso con la veracidad.
A partir de estos hallazgos, los autores identificaron dos patrones de comportamiento estables: uno asociado a una alta ganancia mediante desinformación (mayor número de clics) pero con baja credibilidad general; y otro en el que un entorno más factual, influido por intervenciones como penalizaciones a fuentes poco fiables o la promoción activa de información verificada, puede modificar el equilibrio y reducir la polarización.
“Resulta ilustrativo que el incentivo por el tráfico web (conocido como clickbait) se imponga al criterio de la verosimilitud de los hechos. Según los autores, esto responde más a dinámicas repetitivas que a una decisión deliberadamente malintencionada”, comenta Rubén Rivas de Roca, profesor de Periodismo en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidade de Santiago de Compostela, en declaraciones recogidas por el portal Science Media Centre España.
Los hallazgos del estudio ofrecen insumos relevantes para los tomadores de decisiones. Plantean que, para mitigar la propagación de noticias falsas y fomentar un entorno informativo más riguroso, es necesario implementar estrategias que atiendan la lógica competitiva entre medios, en especial los hiperpartidistas, y considerar cómo la percepción de credibilidad incide en el comportamiento del público.
El análisis destaca que reducir la rentabilidad de la desinformación y elevar la credibilidad de las fuentes son medidas clave para avanzar hacia un ecosistema más confiable. Asimismo, subraya la importancia de disminuir la susceptibilidad de la población, ya que los grupos menos vulnerables tienden a desincentivar la difusión de contenidos falsos.
“Ante esta situación, se vuelve fundamental la alfabetización mediática, ya que fortalece a los consumidores. Una audiencia bien formada puede representar la oportunidad para reducir el consumo de productos informativos tóxicos y romper así el ciclo de la desinformación”, concluye Rivas de Roca. FUENTE WIRED.