La reciente paralización del Gobierno federal estadounidense comienza a generar problemas en la aviación, con aeropuertos de todo el país enfrentando escasez de controladores aéreos y retrasos significativos en los vuelos.
La Administración Federal de Aviación (FAA) alertó que la torre del Aeropuerto Internacional O’Hare de Chicago no contaría con suficientes controladores durante nueve horas, mientras que la instalación de aproximación en Nashville tuvo que cerrar por cinco horas debido a la falta de personal. Otros centros en Houston, Newark, Las Vegas, Boston, Atlanta, Filadelfia y Dallas también registran déficit de trabajadores.
El secretario de Transporte, Sean Duffy, señaló que muchos controladores están reportándose enfermos, lo que agrava la situación. A pesar de ser empleados esenciales, el personal teme por su sustento, ya que los próximos pagos podrían retrasarse si el cierre continúa. “Ahora les preocupa cómo pagarán la hipoteca, el auto o la comida”, declaró Duffy.
La Asociación Nacional de Controladores de Tráfico Aéreo (NATCA) advirtió que el sistema es vulnerable: incluso unas pocas ausencias imprevistas pueden afectar la operación. “Tenemos una dotación crítica de personal y equipos poco confiables, y lidiamos con estos problemas día tras día”, explicó Nick Daniels, presidente del sindicato.
El cierre de torres obliga a que, en algunos aeropuertos, los pilotos coordinen despegues y aterrizajes por su cuenta mediante frecuencias de comunicación, un procedimiento más riesgoso que la supervisión tradicional de controladores. En Burbank, California, por ejemplo, la torre cerró durante seis horas, provocando retrasos de hasta dos horas y media en vuelos.
Las autoridades insisten en que no se trata de huelgas organizadas y recuerdan que los empleados deben continuar trabajando pese al cierre. Sin embargo, la situación subraya la fragilidad de la infraestructura de control aéreo frente a la interrupción de fondos federales.